Me confieso un firme admirador de los antioxidantes. Tal vez
no cuelgue ningún póster de ellos en mi habitación, pero su labor me parece
fascinante y, sobre todo, encomiable. Qué sería de nosotros sin ellos… Desde su
salto a la fama hace unas décadas están en boca de todos, o de casi todos. Hasta
mis preciados gatos se alimentan de pienso rico en estas salvadoras sustancias.
Pero, ¿qué les hace tan especiales?
Retrocedamos en el tiempo hasta 2003. El irrepetible George
W. Bush ordena la invasión de Irak para derrocar al terrorista Sadam Hussein. Por
aquel entonces y por la gracia de Dios, Estados Unidos lideraba el llamado eje
del bien, mientras Irak, Corea del Norte e Irán conformaban el eje del mal. Si
trasladamos la divina expresión del sabio G.W. Bush al tema que nos ocupa, los
antioxidantes serían los buenos y los radicales libres los malos. Pero
entonces, ¿quiénes son los temidos radicales libres?
Básicamente, una especie muy peligrosa. Son sustancias
químicas que genera nuestro propio organismo. Ejércitos de átomos y electrones “desapareados”
durante la respiración celular y que atacan (oxidan) moléculas básicas para
nuestro organismo, como son los lípidos, las proteínas y el ADN. Estas moléculas
ven modificada su estructura y su funcionamiento, lo que puede provocar
enfermedades cardiovasculares, neurodegenerativas y cáncer. Casi nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario